Cuernavaca, 13 de octubre de 2025 (Infórmate y +).- Cada octubre, las calles de Morelos se tiñen de color naranja, se llenan de una flor que no solo embellece el paisaje, sino que conecta el presente con el más allá: el cempasúchil. Para nuestros antepasados, esta flor era mucho más que un adorno: era el símbolo del sol, el astro que da vida, para los indígenas es la guía a las almas en su tránsito hacia el Mictlán, el inframundo.
Originaria de México, el cempasúchil ha sido parte esencial de rituales religiosos y funerarios desde tiempos prehispánicos. Su presencia en las ofrendas del Día de Muertos no es casual: se cree que su pétalos y su aroma ayudan a las almas a encontrar el camino de regreso a casa. En velorios y altares, representa la existencia: vida y muerte, luz y sombra, presencia y ausencia.
Su nombre proviene del náhuatl cempoalxóchitl, que significa “veinte flores”, en alusión a la abundancia de sus pétalos. La cultura popular la asocia con los rayos del sol.
En el estado de Morelos, la flor de cempasúchil no solo es símbolo cultural, sino también impulsa la economía. Municipios como Cuernavaca, Jiutepec, Cuautla, Jantetelco, Mazatepec, Tetecala y Tepoztlán se convierten en lugares de mayor producción. Este año, se espera que la cosecha supere las 590 toneladas, abasteciendo el mercado local y nacional.
La flor de cempasúchil anuncia la festividad más importante de México: el Día de Muertos. Transmitida de generación en generación, esta celebración es un acto de amor, memoria y resistencia cultural. Nos recuerda quiénes somos, de dónde venimos y a quiénes seguimos honrando.
La muerte podrá llevarse a nuestros seres queridos físicamente pero jamás sus recuerdos. La flor de cempasúchil se convierte en el puente luminoso que une el mundo de los vivos con el de los muertos.
Por: Nino Ascencio