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Centros de verificación, el gran negocio

Centros de verificación, el gran negocio
  • Casi cuatro millones de pesos ingresan mensualmente
  • Ciento once mil 500 pesos al día
  • Once mil 150 pesos por hora

¡Vaya que sí es un gran negocio esto de la verificación vehicular! Ganan miles de pesos por hora y millones al mes. Yo quiero un centro de estos para dejar de ser pobre -como diría mi abuelo- le pediré a un candidato en esta temporada de rapiña electoral las facilidades del trámite a cambio de mi voto, o mejor, a papá Noél le escribiré una carta esta navidad, ojalá otorgaran los permisos a cualquier mortal igual que ofrecen las becas salario a cambio de hacer como que hago y no sólo beneficiar con estos maravillosos negocios a los ex diputados o ex senadores o a los compadres o mejor, a los prestanombres.

El caso es que ayer fui a la obligada verificación vehicular. Me presenté con mi auto 2015 recién salido del servicio en la agencia, donde le realizaron la afinación y otros detalles y les pagué casi mil pesos, con el objetivo de cumplir con la higiene que el medio ambiente merece y con mis obligaciones ante las autoridades garantes en esta materia. La idea es acreditar la prueba de baja contaminación y no afectar más a los chilangos con mi smog cuando vaya a los conciertos de la Sinfónica en Bellas Artes.

Llegué al centro de verificación a eso de las 10 de la mañana. Formé mi carro en doble fila aguantando los claxons ofensivos de los ruteros que van trabajando contra reloj sobre avenida Cuauhtémoc esquina con Teopanzolco en la capital del estado, Cuernavaca. No logré concretar nada porque el centro de verificación vehicular, estaba saturado y no contaba con dos horas para la espera de mi turno.

Esperé solo 15 minutos para ambientarme y saber los pormenores del trámite. Lo que escuché en la improvisada sala de espera fueron quejas de los conductores que afirmaban “el sistema está fallando, las máquinas no imprimen”.

Algunos indignados por una larga espera, comentaban que por desgracia era el único lugar abierto cerca del primer cuadro y que otros lugares aún estaban sin dar servicio a pesar de que ya es obligado pagar $ 498.50 pesos tan sólo porque le introduzcan por el mofle a tu carro una extraña varilla que analiza el nivel de contaminación.

Para poder atender otras actividades pendientes que están sometidas a un horario burocrático, decidí volver por la tarde y llegué a las 19 horas con 15 minutos. Una persona con una lista en mano a borde de calle me indicó que mi turno sería el 223. Los autos seguían llegando. Me pidió que estacionara cerca de la máquina que emite el veredicto ecológico; luego, un encargado de ese moderno aparato electrónico a prueba de fraudes, trepó los neumáticos delanteros de mi carro a un par de cilindros giratorios ubicados a ras del suelo donde aceleró y las llantas dieron vueltas y vueltas simulando velocidad, no salió humo, pero aquella varilla lista analizó todas las emisiones y la maquina moderna y honrada pintada de verde, escupió un resultado impreso.

Mientras esperé algunos minutos, me llamó la atención mirar que otros propietarios de autos fueran dócilmente a la caja a pagar $498.50 pesos sin reclamar lo que, para mi bolsillo, equivale a seis y medio salarios mínimos, es decir, tres días de trabajo.

Los miré pagar sin rechistar, y pensé dos cosas, o les urge inmunizarse contra la cacería de autos sin verificar que es un buen pretexto para infraccionar o sacar mordida por parte de los uniformados de tránsito encargados de la ley y el orden o será que el dinero les sobra.

Pues será el sereno, pero como yo soy muy quisquilloso, se me ocurrieron maliciosamente una serie de preguntas como: ¿paga impuestos este lugar? ¿Quién será el visionario emprendedor de este negocio, acaso será quien rumoran los dueños de los autos en espera, un ex diputado o ex senador amigo de altos funcionarios estatales? ¿Cuánto será de inversión por un terreno adaptado con cuatro máquinas fantásticas programadas para detectar partículas dañinas en el aire, que igual que en la película de Avatar, se comunican y hermanan con el auto por medio de una conexión, en este caso varilla-orificio de mofle? ¿En cuánto tiempo recuperarán los inversionistas los millones de pesos pagados para la infraestructura? ¿Cuánto ingresará en efectivo en un negocio como este si cada carro paga prácticamente $500 pesos, cuando yo soy a las siete con 15 de la tarde el número 223? ¿Cuánto sumará en un día y cuánto sería si lo multiplico por los 30 días del mes? Me fui de espaldas cuando activé la calculadora del celular porque gracias a la tecnología, ya no me acuerdo cómo se hace una multiplicación utilizando un lápiz. Entonces apreté botones: 223 por 500 son: ¡ciento once mil 500 pesos en un día! ¡Madre de Dios! Nunca he visto tanto dinero junto en mi vida. A ver, a ver, entonces… el mes tiene 30 días, serán… ¡Mi madre en Calcuta! ¡Tres millones 345 mil pesos! Yo acostumbrado a desayunar tacos acorazados, con ese dinero me vuelvo loco. Pero a ver, vamos a ver, ya que me gusta fantasear… ¿Cuánto dinero es por hora comparando que yo gano 10 miserables pesos por hora, gracias al mínimo diario, estipulado en el artículo 123 Constitucional en el apartado de la Ley Federal del Trabajo? Van de vuelta los dedos a la pantalla del celular barato pero funcional como los viejos Nokia y son: ciento once mil 500 pesos al día y este negocio, hasta este momento, ha estado abierto diez horas, son… ¡once mil 150 pesos por hora! ¡Waw! ¡Mejor que una curul en el Congreso! Yo quiero un negocio de estos pronto.

Solo tengo un par de dudas: ¿estas máquinas sustentadas en su honestidad en el sistema binario, no serán susceptibles a manipulación de los resultados? El mexicano es astuto y a todo le halla. Lo pregunto porque un algoritmo certero las deja inservibles como lo demostró el sistema de espionaje contra terroristas Pegasus empleado contra periodistas críticos, exceptuando a uno al servicio del sistema que hace entrevistas mañaneras a modo, a los gobernantes que aman el vituperio. La otra es ¿quiénes son los dueños o el dueño de este negocio tan rentable?

La señorita amable que entrega las calcomanías que acreditan la aprobación de la verificación, grita “¿el propietario de este coche?” soy yo –le respondí- ¡sí pasó! me dice animada y agrega, sólo que le toca la calcomanía uno porque según la máquina, trae algún problemita en la combustión y no le podemos dar la uno.

Yo me quedo anonadado porque algo no checa. Acabo de mandarlo afinar a la agencia y yo tenía la calcomanía doble cero y ahora resulta que tengo este retroceso. Se lo hago saber y me responde con mucha sabiduría: “para la próxima, llévelo a afinar a otro lugar”.

Yo quiero un negocio como estos…

-Alejandro Cárdenas-

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