Escaparate por Mario Barrera Arriaga
¿Realmente se enfrentan tanto el Partido Revolucionario Institucional como el Presidente de la República a un grave problema de rebelión de gobernadores, en una muestra más de su descomposición interna frente a las imposiciones centralistas y que terminará en una batalla con derrota clara de aquellos mandatarios locales que se obstinen en llevar la contra a los intereses supremos, como está ocurriendo en el caso Colima?
El titular del Ejecutivo estatal en Colima, Mario Anguiano, echó por tierra la elección y la continuidad del priismo en esa importante entidad, puerta de entrada a todos los enervantes en el criminal comercio de drogas, porque no respaldó al candidato impuesto desde el centro y que no era quien prefería como sucesor. Y lo hizo mediante la intromisión de su gobierno supuestamente para apoyar al candidato tricolor, cuando confesión expresa de su secretario de Desarrollo Social se admitió que contribuyeron a inclinar la balanza a favor del partido de la revolución, cosa que el Tribunal Federal Electoral no pasó por alto, cambiando el sentido original en que iría su fallo a favor del PRI, para finalmente anular la elección.
De cara a los comicios que han de realizarse el año venidero, conviene plantear el problema de una buena vez:
1.- Los candidatos a gobernadores que competirán en 2016, ¿serán impuestos desde el centro, o cada mandatario podrá designar sucesor?
2.- La misma interrogante aplica para la conformación de candidaturas tanto a los ayuntamientos, con la importancia que tienen las capitales estatales, o lo mismo en el caso de los congresos locales.
3.- ¿Se resignarán, o dicho en lenguaje demagógico priista, se disciplinarán los gobernadores a las decisiones del centro, en el entendido de que no podrán seguir ya siendo el poder detrás del poder y que muchos de sus negocios quedarían en el aire, incluyendo la protección del manto sagrado de la impunidad?
4.- Decidir desde el centro, ¿pesará en el resultado de la elección, cuando se pasa por alto la problemática y el contexto local?
5.- La supuesta recomposición del PRI, tanto en los estados como entre los sectores que lo conforman, ¿radica simplemente en tomar control de todo, aunque discursivamente se diga lo contrario?
El comportamiento político-electoral del Grupo Atlacomulco tiende al modelo de imposición absoluta. Si bien es cierto son pragmáticos –y la presencia de Beltrones al frente del tricolor es una muestra- acaso permitan que uno que otro de los gobernadores designe sucesor si se garantizan dos cosas: el triunfo y la sumisión, que elegantemente llaman colaboración.
¿Es realmente posible una rebelión de los gobernadores?
Alicientes para no acatar las directrices centrales hay de sobra:
a) Del Presidente y del partido no han recibido apoyo claro.
b) Se han impuesto nuevas reglas de fiscalización de los recursos federales.
c) Se han establecido nuevas normas para el endeudamiento.
d) La canalización de recursos del centro a los estados ha sido a cuentagotas.
No obstante, son precavidos los gobernadores, porque si se analizan las reuniones de la Conferencia Nacional de Gobernadores con el Presidente Enrique Peña Nieto, la agenda la impone el Ejecutivo Nacional.
No era así durante la docena trágica encabezada por Fox y Calderón, donde se sometían a los dictados de la mayoría de mandatarios estatales, que eran priistas.
Uno esperaría que todos estos temas, el del financiamiento a los estados, el del respaldo a su proyecto político y de negocios personal estuviese manifiesto y fuese respetado, que además se apoyara de manera más decidida la adopción del Mando Único para disponer de todo el poder, y a cambio es nuevamente el Tlatoani el que impone el rumbo.
¿Batalla campal en puerta?
Personalmente pienso que si los gobernadores quieren gozar del manto de la impunidad, tendrán que doblegarse a las imposiciones del centro, particularmente en aquellos estados emblemáticos y de enorme padrón electoral, como Veracruz.
Por lo pronto, para convencerlos, el castigo será ejemplar para el todavía gobernador de Colima, Mario Anguiano, por echar por tierra la elección.