Escaparate
por: Mario Barrera Arriaga
En términos reales, ninguno de los partidos políticos resultó bien librado de la elección 2015.
Si bien el Partido Revolucionario Institucional y sus apéndices tendrán la mayoría en la Cámara Baja del Congreso de la Unión, la realidad es que el tricolor obtuvo menos curules que en la pasada justa electoral.
Acción Nacional, de acuerdo a lo reportado por los enemigos y los seguidores del propio Gustavo Madero, registró la más baja votación de las últimas décadas, y las divisiones internas saltan a la vista de todos.
El Partido de la Revolución Democrática se fue al inframundo y casi pierde en su totalidad la joya de la corona, que es el Distrito Federal. Las recriminaciones entre el partido y Miguel Ángel Mancera, el Jefe de Gobierno de la capital del país, no se han hecho esperar. Y la tónica fue la misma en otras entidades de la República: la derrota.
Con todo y su deshonesta estrategia para ganar votos, la realidad es que el Verde Ecologista no reportó significativo aumento en el número de sufragios a su favor. A cambio, a pesar de la condonación de multas, se ha ganado el repudio de muchos por jugar sucio y porque es prácticamente una extensión del PRI.
Nueva Alianza, a pesar del peso que significa ser –al menos en teoría- el partido representante del magisterio, del sindicato más grande de América Latina, a duras penas conservó su registro. Y es que, a final de cuentas, igualmente está subordinado al tricolor.
Movimiento Ciudadano, gracias a colgarse de algunos candidatos exitosos, logró conservar el registro, pero resulta poco y decepcionante estar peleando en cada elección por mantenerse vivo.
El Partido del Trabajo y el Humanista ya fueron intervenidos por el Instituto Nacional Electoral porque para el INE perdieron el registro. En el caso del primero, falta ver qué dice la Sala Superior del Tribunal Federal Electoral, sobre todo después de la caída del sistema y contar más del ciento por ciento de los votos.
Encuentro Social, comandado por el sobrino del ex Procurador Jesús Murillo Karam, surgió como un partido satélite. Conserva su registro, pero no es de extrañar que eventualmente se convierta en otro apéndice del tricolor.
Para muchos, el Movimiento de Regeneración Nacional, de Andrés Manuel López Obrador, es una sorpresa y Martí Batres lo define como el único partido de oposición. Muchos afirman que su crecimiento, incluido Tabasco, es nimio, sobre todo porque se apostó por la figura del dos veces candidato presidencial. Para otros, el hecho de que se haya apropiado del Distrito Federal y la Asamblea de Representantes constituye un triunfo cualitativo sin precedentes para un partido que compite por primera vez.
Lo cierto es que todos los partidos quedaron muy por debajo de sus propias expectativas. Claro, no las triunfalistas. Incluso, entre quienes voluntaria o involuntariamente anularon su voto ya podrían incluso formar su instituto político, junto con el “Partido Abstencionista”.
Y en medio de la negación de los nefastos resultados obtenidos a la que recurren desde el Presidente hasta el más humilde de los institutos políticos, se ha dado la catarata de destapes prácticamente de todos, exceptuando el PRI, no sólo porque desde que gobierna el grupo Atlacomulco-Hidalgo se trató de volver a los usos y costumbres del viejo sistema político mexicano, sino porque el mandatario considera que 2018 aún está muy lejos. No obstante, la autopromoción y activismo de los secretarios de Hacienda y de Gobernación están a la orden del día.
El problema estriba en que no vemos ningún intento serio y formal de reconstrucción de los partidos políticos. No lo veo en lo ideológico, en lo programático ni en los intentos de reconciliación interna. Advierto solamente proyectos personales y de grupo.
Son recomendables los acuerdos políticos entre partidos y el gobierno para hacer avanzar al país, como el Pacto por México. Pero la realidad es que de más de noventa y tantos puntos que contenía, sólo se avanzó en los que al régimen convino, desdibujándose el resto de los firmantes. Acaso por ello el voto de castigo, entre otras razones.
La elección de 2015 nos deja un sistema de partidos subordinado, en caos, peleando anticipadamente por el 2018, pero no contrapesos y equilibrios en el sistema político mexicano.
Lamentablemente, no se advierte que quieran reconstruirse.